“La persona que sigue a la multitud, generalmente, no irá más lejos que la multitud. La persona que camina sola probablemente se encuentre a sí misma en lugares que nadie jamás ha visto antes.”
Albert Einstein
21 de diciembre de 1989, Bucarest, Rumania.
Hoy parece ser otra tarde más de invierno romaní, ya sabes, trabajar varias horas en la fábrica para recibir un salario de 2000 leus a fin de mes que, la verdad, no alcanza para gran cosa.
Igual que en las últimas semanas, mi plan es llegar a casa a arroparme con mi esposa y mis hijos en el pequeño cuarto del apartamento del edificio que el gobierno nos asignó para vivir allí obligados. Los constantes recortes de electricidad sin previo aviso nos tienen a muchos pasando los horrores del frío invernal debido a la falta de calefacción, incluso he escuchado relatos de gente que ha muerto de congelamiento.
Esta situación me tiene cansado, la dictadura comunista de Nicolae Ceaușescu nos tiene a todos empobrecidos. Quisiera gritar con fuerza mi repudio a este régimen y que el mundo supiera de su doble cara, porque mientras él sale y muestra a este país como una utopía, miles somos oprimidos aquí sin que el exterior se entere.
Sé que somos millones los que compartimos esta sensación en colectivo, pero ninguno de nosotros se atreve a revelarlo por miedo. Miedo a la Securitate, la policía secreta de Ceaușescu. Tenerlos cerca te hace sentir un escalofrío hasta en lo más profundo de la médula espinal, su represión es brutal. Además, ellos están infiltrados en todos los ámbitos de nuestra sociedad, puede que hasta tu vecino que se ve aparentemente inofensivo sea uno de ellos, por lo tanto debemos ser muy cuidadosos de nuestras palabras y nuestros actos. Una acción nuestra que pueda molestarles o que vaya en contra de Ceaușescu, y los últimos momentos de vida que tendremos serán dentro de un cuarto de tortura.
A pesar de ese miedo latente que hemos sentido en las últimas dos décadas, ahora se siente un leve rayo de esperanza de cambio.
Hace 4 días, en la ciudad de Timișoara, László Tökés, un pastor que había hecho críticas contra el régimen públicamente, iba a ser desahuciado, pero la gente se amotinó y no permitieron que ni la policía ni el ejército lo sacasen de su hogar. Todo eso causó unas revueltas que desencadenaron en la muerte trágica de muchos. Pese a la masacre, era la primera vez que el pueblo le hacía cara al gobierno.
Ahora los demás nos preguntamos si es el inicio de la decadencia de esta tiranía, o si todo seguirá igual, pero con medidas más severas como represalia por esa revuelta.
Ceaușescu acaba de volver de Irán y planea hacer un mitin nacional. Supongo que querrá reafirmar su poder porque con esa revuelta de hace pocos días, sumado a la caída del muro de Berlín y el derrocamiento del comunismo en varios países del círculo de influencia soviético, no se siente tranquilo y puede peligrar su mandato. Frenará cualquier actividad y nos obligará a todos a escuchar otro de sus largos y aburridos discursos sobre el socialismo y su poder, honestamente preferiría trabajar o pasar frío antes que escuchar a ese sujeto.
Infortunadamente, nos llegó una orden a la fábrica proveniente de la Securitate, la cual dice que todos los que trabajamos aquí debemos ir a la plaza a presenciar el mitin de Ceaușescu.
Mi suerte no puede ser peor, ¡maldición! Al ser orden de la Securitate debo ir, de lo contrario mi vida y la de mi familia corren peligro, llegaré tarde a casa, espero que no pasen tanto frío en lo que llego.
Horas después
Estamos en la plaza a la espera de que Ceaușescu salga del balcón y empiece a hacer uso de su siniestra demagogia. Según le oí a un policía, somos alrededor de 80.000 personas congregadas acá, cualquiera que no conociera la situación real de este país podría pensar que le queremos demasiado, pero apuesto a que la mayoría, al igual que yo, hemos venido obligados, e incluso quienes no están en la plaza deben de estar en casa sintonizando esto porque no hay cadena de radio ni televisión que tenga permitido transmitir otra cosa. Aunque, apuesto que, sin temor a equivocarme, aquí hay muchas personas pagadas por el partido comunista para aplaudir y alabar sus palabras.
Ya llevamos varios minutos aquí y nada que empiezan para salir de esto lo más pronto posible, ¿es que no entienden que está haciendo frío? ¡Al menos pronúnciense, por favor!
Por fin, como si hubiesen oído mis pensamientos, alguien se acerca al balcón, es el alcalde.
—Queridos Camaradas —nos dice a los que estamos en la multitud quedando unos segundos en silencio mientras acomoda el micrófono—. Por favor, permítanme hablarles desde el corazón, y solicitarle que nos hable en este inmenso mitin popular en la capital de la gente trabajadora, al amado y estimado líder del partido y del país. De eminencia patriota revolucionaria, quien durante seis décadas ha hecho un buen trabajo para darle al país prosperidad, libertad, e independencia total a la Rumania socialista. Secretario general del partido, presidente de nuestra república, nuestro camarada: ¡Nicolae Ceaușescu!
Conforme termina sus palabras, desde la multitud aplaudimos y coreamos con cantos de apoyo de forma robótica y automática.
Ceaușescu aparece en el balcón mientras el alcalde sale de ahí para darle paso. Lo puedo ver desde acá con su gorrito negro y su abrigo del mismo color. Nos saluda a todos agitando su mano derecha, la misma mano con la que nos despojó a muchos de nuestros hogares porque consideraba que las casas representaban una libertad privada contraria a sus ideales, y nos mandó a todos a vivir en edificios de apartamentos porque él cree que estos son la mayor expresión de la civilización.
Todavía recuerdo cuando ordenó la demolición de todas las casas en la calle que vivíamos y nos hizo pagar los permisos y la demolición, fue el día en que lo perdimos todo. Al recordarlo, no puedo evitar que una lágrima se escape de mis ojos acompañada de una ira inconmensurable.
—Queridos camaradas y amigos —por fin empezó su discurso—, ciudadanos de la capital socialista rumana. Primero, deseo dirigirme a ustedes los participantes de este inmenso mitin popular, a todos los residentes de la municipalidad de Bucarest, un saludo caluroso revolucionario, ¡acompañados de los mejores deseos de éxito en todos los campos!
La multitud vuelve a aplaudirle, pero esta vez yo ni aplaudo ni canto por la rabia que siento en este momento. Me sorprende que muchos más no lo hacen tampoco, el sonido de las aclamaciones que siempre se le hacen en sus mítines es menor de lo normal. Esto es nuevo.
—También quisiera dirigir mis agradecimientos a los iniciadores y organizadores de este gran acontecimiento en Bucarest, pues lo considero un…
Ceaușescu se detiene de repente. Desde la multitud se empezaron a oír chiflidos, no sé desde dónde vienen ni quién fue el primero en hacerlo, pero son cada vez más las personas que se unen a ese abucheo de forma colectiva.
No lo pienso ni por un solo instante, yo también me uno a la ola creciente de los que estamos cansados e inconformes con esta dictadura.
Mientras unos siguen con los chiflidos, y otros gritan que renuncie, yo soy del grupo que empieza a vociferar insultos, es la mejor forma de sacar toda esta ira comprimida.
En el balcón todos los miembros de su gabinete parecen atónitos, sus ojos no dan crédito a lo que ven. Ceaușescu intenta hacer como si nada pasara y empieza a decir <<Hola>> varias veces como si de un problema de sonido se tratase, sin embargo su pérdida de control es más que evidente.
La policía de la Securitate ordena que se detenga la transmisión de inmediato, lo bueno es que los equipos de filmación se unieron a la desobediencia en masa y siguieron transmitiendo lo que sucedía, aunque dirigiendo las cámaras al cielo. Todo el país era espectador de todo lo que estaba pasando, y ahora oían nuestro grito colectivo de <<¡Ti-mi-șoa-ra! ¡Ti-mi-șoa-ra!>>.
25 de diciembre de 1989
Aunque hemos estado al borde de la guerra civil en los últimos días, y de que Ceaușescu y su esposa Elena intentaron huir, hoy me encuentro con mis camaradas revolucionarios, el pueblo que por fin se levantó y le dijo a un viejo decrépito que su reinado de terror acabó. Estamos a la espera del juicio de ambos tiranos.
Ceaușescu se defiende como si estuviera en posición de exigir, además repite que no es legítimo ese juicio. Un injusto reclamando justicia, vaya ironía.
Tras varios minutos viendo, por fin se declaró la sentencia: pena de muerte para ambos.
Los cargos son genocidio y enriquecimiento ilícito. Más sorprendente aún, su ejecución será hoy mismo en el cuartel general Targoviște, y será transmitida en vivo. Eso no me lo pierdo por nada.
Tras algunos minutos de espera mientras los trasladaban a ambos para que quedaran frente al pelotón de fusilamiento, su esposa se ve devastada y derrotada, pero Ceaușescu sigue con espíritu de lucha. No sé si este sujeto tiene una dignidad excesiva o está loco, pero por fin admiro algo de él, probablemente yo estaría igual de derrotado que su cónyuge en la misma situación.
–¡Viva la República socialista de Rumania! ¡La historia me vengará!
Gritaba Ceaușescu a sus verdugos del pelotón de fusilamiento sin retirarles la mirada en ningún momento, y posteriormente empezó a cantar con fuerza La Internacional, el himno de los obreros del mundo.
–¡Arriba parias de la tierra! ¡En pie famélica legión! Atruena la…
Sonaron los disparos y ambos cayeron al suelo. La sangre salía de sus cuerpos y corría por los suelos. Habían muerto y con ello simbólicamente también murió la dictadura que nos oprimía.
No sé qué nos depara el futuro, sólo sé que ya hemos sufrido bastante y es hora de que nuestra vida cambie de rumbo. Hay un partido llamado Frente de Salvación Nacional liderado por un tal Ion Iliescu, quien nos promete el cambio que tanto anhelamos. Le daré mi voto de confianza al igual que otros millones de mis compatriotas, sólo espero que no sea más de lo mismo y pueda recuperar mi vida, por mí y por mi familia.
Y pensar que esta certeza de redención creciente en el corazón de millones de romaníes empezó con alguien que abucheo, le debemos esta revolución a ese héroe anónimo.
Gracias.
Los pioneros inspiran
“Cuando haces un buen trabajo, si éste inspira a otros, entonces acabas de crear un efecto dominó.”
Mohith Agadi
A veces sólo hace falta una persona.
Una sola persona puede inspirar a una multitud, siempre que sus actos, sus palabras y sus intenciones irradien con la fuerza suficiente como para que la multitud se adhiera a ellas.
Una sola persona puede ser capaz de captar el deseo del colectivo y convertirse en la voz que se alce y guíe a otros en el camino que todos desean seguir en el fondo.
Una sola persona puede entender los miedos y las limitaciones compartidas por todo el grupo y superarlas. De esta manera el grupo se inspira y le sigue, superando así esos miedos y limitaciones en conjunto.
Recuerdo una vez hace unos años que iba en un bus azul del SITP, uno de los transportes públicos de mi ciudad, Bogotá. En estos buses debes pasar una tarjeta que contiene tu saldo sobre un sensor para que el torniquete mecánico se active y puedas avanzar a los asientos.
Una chica se subió, pero no tenía saldo en su tarjeta, entonces ella nos preguntó a todos si alguno de los que ya íbamos dentro del bus podríamos venderle un pasaje de nuestras tarjetas. Yo no tenía saldo suficiente en la mía para eso, así que no le dije nada, la cuestión fue que nadie más se pronunció tampoco. Sin embargo, sentí que sí había personas que querían ayudarle pero por alguna extraña razón no decían nada.
El ejemplo es la mejor forma de inspirar a otros a hacer las cosas, sobre todo aquellas que desean hacer pero que una limitación falsa se los impide.
Yo le di a esa chica mi tarjeta y le dije que, en un tono lo suficientemente fuerte para que los demás pudieran oírme, le vendía el pasaje, aunque no sabía si tenía saldo (lo sé, le mentí, lo acepto). Obviamente, cuando ella pasó mi tarjeta por el sensor no hubo para su pasaje, pero logré mi cometido real. Después de que ella me dijo que no se pudo y me devolvió mi tarjeta, dos personas más en el bus se ofrecieron a venderle de sus tarjetas, y finalmente ella pudo tomar su transporte.
Quizá sea claro que nada les impedía a los demás pasajeros venderle de sus pasajes a aquella chica, pero había un miedo irracional latente que no se los permitía, aunque en el fondo desearan ayudarle. Sólo hizo falta un acto que les mostrara que ellos tenían el poder de ponerse por encima de sus miedos y hacer lo que deseaban sin problema. Una vez lo vieron y lo entendieron, lo hicieron.
Ese miedo irracional era el mismo que sentían miles de romaníes en la plaza de Bucarest durante el último discurso de Ceaușescu. Ellos deseaban rebelarse, y en realidad tenían la ventaja porque no sólo eran los 80.000 de aquel lugar, sino millones en otros partes del país que se unían a esa disconformidad. Unidos eran más y más fuertes que el dictador y su séquito. Sin embargo, un miedo irracional los mantenía sometidos… hasta que alguien por medio de un abucheo expresó lo que todos querían hacer, mostrándoles así que era posible la sublevación y de a poco los demás fueron uniéndose. Lo demás fue historia, el final de la dictadura comunista romaní de Ceaușescu.
Los miedos que sentimos casi siempre son irracionales, y como humanos tenemos la capacidad de descubrir su falsedad y superarlos.
Todos podemos superar nuestros miedos sin excepción.
A veces superamos nuestros miedos por medio de nosotros mismos, otras veces los superamos por medio de otros. Por eso, si puedes ser luz guía para otros, brilla y resplandece.
¿A qué es a lo que más miedo le tenemos?
“No debo temer. El miedo es un asesino mental. El miedo es la pequeña muerte que trae obliteración total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase por mí y a través de mí. Y cuando haya pasado miraré con mi ojo interno su camino. Donde el miedo se haya ido no quedará nada. Sólo yo permaneceré.”
Frank Hebert, Dune.
Vale la pena repetir esto: casi todos los miedos que sentimos son irracionales así que tenemos la capacidad de ponernos por encima de ellos y superarlos.
Una vez sabes cuál es la raíz de tu miedo, te es más fácil comprenderlo y saber cómo superarlo. No digo que lo dejes de sentir, sino que ahora puedes actuar a pesar de todo porque sabes que no es la gran cosa que aparentaba. Ahora sabes que tú eres más grande que él.
Vivimos en una época en la que deberíamos temer a muy pocas cosas. Casi todos nuestros miedos son heredados de nuestros antepasados cuyas situaciones, experiencias y entornos no tenían nada que ver con los nuestros actuales. Sus reglas del juego no nos aplican igual, y casi todo lo que ellos consideraban problemas, hoy en día ya están resueltos.
Temíamos a la llegada del anochecer porque no podíamos ver los peligros de nuestro alrededor, hoy en día la electricidad nos ilumina en las horas nocturnas. Temíamos acercarnos a gente foránea porque otras tribus podían matarnos por no pertenecer a ellas, hoy vivimos en un mundo globalizado e interconectado donde puedo tener amigos en casi cualquier parte del mundo. Temíamos errar en público porque cualquier error que cometiéramos y podíamos ser marginados en nuestra sociedad por el resto de nuestros días, hoy entendemos que los errores nos ayudan a mejorar e incentivamos a que se cometan, se aprenda de ellos y se corrijan. Y así con muchos más miedos.
Así que, ¿por qué temer?
Casi todos tus miedos actuales son irracionales. Casi todos los miedos que sentimos colectivamente son irracionales. Lo malo es que son esos mismos miedos los que nos paralizan, pues los miedos que sí son reales son los que generalmente nos hacen movernos de nuestro sitio, por ejemplo, el miedo a morir en medio de una situación de peligro.
Las soluciones y las respuestas siempre aparecen tras hacer las preguntas adecuadas. Cuando afrontes tus miedos, pregúntate, indaga en ti, ten una conversación contigo mismo.
¿Por qué sientes ese miedo?
¿Es esto algo por lo que de verdad deberías sentir temor?
¿Qué sería lo peor que te podría pasar si haces eso que te asusta?
Hazte todas las preguntas que quieras, pero no permitas que el miedo te siga paralizando.
Cuando te paralizas por ello es porque permites que tus emociones gobiernen tu mente, debes abrirle paso al mandato de tu razón, porque racionalizando las cosas, lo cual implica un entendimiento y un control emocional previos, puedes minimizar el miedo y devolverlo a su tamaño real para actuar a pesar de todo.
Ahora te pregunto,
¿sabes cuál es nuestro mayor miedo irracional?
¿Sabes cuál es el miedo que más nos paraliza?
¿Sabes cuál es el miedo que todos compartimos, que al superarlo nos resuelve casi todos nuestros demás miedos y los de los demás que nos rodean de forma sistemática?
La respuesta a ese miedo la podemos encontrar en una escena de la película Coach Carter cuando Timo Cruz le agradeció al entrenador[1]. Sus palabras fueron las siguientes:
Nuestro mayor miedo no es que no encajemos. Nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos sino de todos. Y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente, damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros. Señor, quiero darle las gracias, me ha salvado la vida.
Así es, el mayor miedo irracional que todos compartimos es nuestra propia fuerza interior, nuestro propio potencial.
A lo que más tememos, y la raíz de todos nuestros demás miedos irracionales, es nuestra propia luz.
Cuando aceptas tu luz y cuando conoces tu propia fuerza, la vida cambia. Dejas de temer a cosas insignificantes que sólo te limitan. Y le muestras el camino a otros para que también puedan brillar.
La mejor forma de afrontar los miedos de tu vida es y será siempre apropiándote de tu propia luz. Podrías atacar miedo por miedo y tardar toda tu vida en ello sin lograr erradicarlos a todos; o podrías ir al núcleo y erradicar todos tus miedos de raíz.
Somos luz
“Podemos perdonar fácilmente a un niño que le teme a la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres le temen a la luz.”
Platón
“Cuando era un niño pequeño, me daba mucho miedo la oscuridad. Pero luego entendí que la oscuridad sólo significa la ausencia de fotones en una longitud de onda visible de 400 a 700 nanómetros. Entonces pensé, bueno, es muy tonto estar asustado por la falta de fotones. Así que ya no sentí más miedo de la oscuridad después de eso.”
Elon Musk
El biofísico alemán Fritz-Albert Popp fue nominado hace algunas décadas a un premio nobel por su extenso trabajo investigativo y sus descubrimientos en el campo de los biofotones, término que él mismo acuñó para referirse a la luz que emiten los organismos vivos independientes de reacciones enzimáticas.
Los seres humanos estamos compuestos de biofotones. Cada una de nuestras células emite luz, la cual la utilizan para comunicarse entre ellas en el espectro electromagnético. Si esto pasa en nosotros a nivel celular, sabiendo que estamos compuestos de células, eso implica que nosotros también emitimos luz, que somos luz, y que nos comunicamos entre nosotros por medio de nuestra luz.
Temer a la luz es temer a nosotros mismos.
Dime algo, cuando te ves en el reflejo del espejo, ¿sientes miedo? Lo sé, suena absurdo, tener pavor de nosotros es ilógico, pero si temes a la luz, temes a ti porque estás compuesto de ella, eres luz.
En el libro Biophotons[2], se detalla un experimento en el que toman dos muestras de sangre cuyos tubos contenedores tenían un cristal que permitía la entrada y salida de luz UV. A una de las muestras le inocularon un virus, por lo cual esa muestra empezó a generar unos anticuerpos para defenderse del mismo. Cuando revisaron la otra muestra, a la cual no le habían inoculado ese virus, esta también había generado los mismos anticuerpos, fue casi como si una muestra le hubiese dicho a la otra que se preparara para combatir ese virus, y tal comunicación ocurrió por medio de los biofotones.
Intentaron lo mismo con otras muestras, pero esta vez los tubos que las contenían eran de unos cristales que inhibían la entrada y salida de luz UV. Al inocular el virus en una de las muestras, esta creó los anticuerpos correspondientes. Sin embargo, cuando revisaron a la muestra libre de virus, esta vez no hubo anticuerpos generados. Al bloquear la comunicación de los biofotones, la muestra con virus no tuvo forma de comunicarle a la otra lo que pasaba.
Tal como es arriba es abajo, y viceversa. Si lo del experimento de las muestras de sangre paso a nivel molecular, moléculas que hacen parte de nuestra composición, lo mismo puede pasar entre seres humanos porque serían miles de millones de biofotones tuyos comunicándose con miles de millones de biofotones de otras personas, de ahí aquello de que cuando brillas permites que otros brillen, lo comunicas con tu luz.
La forma en la que haces acrecentar tu luz es construyendo tu vida, poniéndole cara a tus miedos y superándolos.
Ten metas y ten objetivos. Piensa en el futuro que deseas crear, piensa en la versión de tu yo futuro, y ponte desde ya a materializar ese futuro.
Inspira a otros con tu luz. Rodéate de seres de luz.
La oscuridad no existe, es solo la ausencia de luz.
Tú eres luz, deja de ausentarte.
Conclusión
La mayoría de los miedos que sentimos no son reales. Si bien nuestros miedos reales sí hacen que reaccionemos y nos movamos, los irreales son los que nos paralizan del todo.
Nuestros miedos son heredados, como el miedo a las alturas, el miedo a conocer gente nueva, el miedo a hablar en público; e inoculados, como traumas de la infancia y situaciones del pasado que nos hayan marcado, etc. En la época actual, casi todos esos miedos tienen solución y no deberían atemorizarnos, pero lo hacen, y mientras sigan haciéndolo nuestra luz será tenue o invisible.
El principal miedo irracional, y que es la raíz de todos los demás miedos irracionales, es el miedo a nuestra propia luz, a nuestra propia fuerza desmesurada. Resolver este miedo principal resuelve los demás sistemáticamente.
En tanto que temamos a nuestra propia luz, es como temer a nosotros mismos. Si nos da miedo nuestro propio ser, no podemos explotar nuestro propio potencial. Tu cuerpo posee la suficiente energía potencial como para darle energía a una nación durante 30 años, también es equivalente a alrededor de 225.000 bombas atómicas como la que destruyó Hiroshima. ¿Seguirás desperdiciando tu potencial?
Una vez que empieces a brillar con tu luz y dejes de temerle, podrás comunicarles a otros que ellos también pueden brillar. Tu luz puede inspirarlos y mostrarles el camino de cómo ellos pueden superar sus miedos también.
Empequeñecer tu luz es ir en contra de tu naturaleza, es un daño que le causas a tu persona. En consecuencia, cuando no brillas con tu luz, impides que otros lo hagan, siendo así un daño que también les haces a los demás.
En un experimento[3], se vertieron unas pulgas dentro de un frasco de vidrio durante 3 días. Una vez pasado ese tiempo, el frasco fue removido, pero pasó algo sorprendente. Las pulgas no iban más allá de los límites que el cristal del frasco les marcaba a pesar de ya no estar más allí. Las generaciones de pulgas que nacieron después en ese grupo aprendieron esos límites invisibles e inexistentes de sus predecesoras, por lo tanto no iban más allá de dónde las demás iban. Con una sola pulga que se metiera a ese grupo, la cual no tuviera esos límites inexistentes aprendidos, si esta saliese más allá de esos supuestos límites, las demás pulgas la verían y empezarían a seguirle rompiendo sus límites invisibles.
Sé la pulga que le enseña a las otras a ir más allá de los límites inexistentes aprendidos. Sé el ciudadano romaní anónimo que con su ejemplo instó a la sublevación grupal deseada con sus abucheos. Sé la fuente de inspiración de otros para superar sus miedos y que brillen con su luz propia.
[1] https://youtu.be/ia8XjAmSXuo
[2] https://www.springer.com/gp/book/9780792350828
[3] https://youtu.be/v-Dn2KEjPuc
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